Mi guardián by Emily Delevigne

Mi guardián by Emily Delevigne

autor:Emily Delevigne [Delevigne, Emily]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-19T00:00:00+00:00


25

VIOLET

¿Por qué en lo más profundo de mi ser deseaba estar con mi guardaespaldas en vez de con Elkyd y los demás? Desde mi posición no podía dejar de mirarlo. Era tan guapo que me arrebataba el aliento.

Eran cerca de las doce de la noche cuando Bruno conducía de vuelta a casa. No estaba borracha, pero sí que me había tomado dos copas. Y eso solo significaba que los límites de mi vergüenza eran mucho más bajos que cuando estaba sobria.

El silencio que nos rodeaba casi provocaba que me quedara dormida.

—Mañana me costará levantarme para ir al trabajo…, pero, al mismo tiempo, no quiero que esta noche acabe.

Pensé que no iba a responderme cuando habló.

—Me alegro de que te lo hayas pasado bien.

—La exposición ha sido una maravilla. Admito que me habría gustado que solo fuésemos Elkyd y yo, pero tampoco me ha parecido oportuno oponerme cuando se han unido los demás.

Él asintió.

—El chico moreno no se apartaba de ti.

Aquel comentario me pilló desprevenida. Nuestras miradas se encontraron a través del espejo retrovisor y me pareció ver algo. ¿Celos? ¿Molestia? Fuera lo que fuese, desapareció con rapidez.

—Stephen…

—Sí. Stephen.

Aguanté una risita ante su tono de voz.

—Solo era amable.

—Si ser amable implica tocarte el pelo, el brazo y la pierna de forma accidental, yo debo de parecerte un maleducado.

El deje de broma en su voz me hizo feliz, me entusiasmó. ¿Acaso no le gustaba que otro hombre me tocase? ¿Quizá, poco a poco, esa coraza de hierro se estaba fundiendo?

No quise hacerme ilusiones.

—Sí. Eres un maleducado.

Él bufó y sonrió de forma torcida.

—Tomaré nota.

—Lo que deberías hacer es tocarme. —Cuando sus ojos volvieron a clavarse en mí, alcé las manos—. Solo de forma amable. Como Stephen.

—Solo de forma amable.

—Eso es. Sin dobles intenciones —remarqué con voz inocente.

Bruno negó con la cabeza en un gesto divertido y siguió conduciendo. Sin embargo, yo no quería que nuestra conversación terminara ahí. Quería seguir escuchando su voz masculina y aterciopelada.

—Yo… ¿Te he contado alguna vez que tengo una lista de deseos?

—No. No lo has hecho —respondió.

—Tampoco es que hablemos mucho… —murmuré, más para mí misma que para él. Me aclaré la garganta—. Es todo lo que me gustaría hacer en mi vida.

—Tienes dinero. Puedes hacer lo que te dé la gana —dijo él con sencillez.

—Eso no es del todo cierto. —No supe la razón, pero sus palabras despertaron algo en mí. Enfado. A veces, tener dinero no te hacía más libre que los demás. Sí te daba más oportunidades. Solo era una jaula donde vivías. Una jaula de oro.

Él asintió al notar mi perturbación.

—De acuerdo. ¿Qué deseos tienes?

Me removí inquieta sobre el asiento, como si fuese una niña que estuviese a punto de decirle a Papá Noel qué quería por Navidad.

—Quiero ir a un concierto de Coldplay en Estados Unidos, lejos de mi casa —empecé por decir.

Él hizo un gesto con la mano.

—Me gusta ese primer deseo —reveló.

—¿En serio? —No me lo había esperado.

—Sí —respondió antes de girar hacia la derecha. No había nadie en la calle, y a pesar de ir en el coche, tuve la sensación de que teníamos mayor intimidad—.



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